Mario González

Coyhaique

Esta historia le pasó a don Daniel Foitzick, un gringo estanciero de Fachinal. El caballero era conocido por ser muy buen jinete, pero también porque era requetedistraído.

Una vez iba atravesando el paso Las Llaves en su caballo alazán, el más precioso que tenía, y de repente se desbarranca con caballo y todo para el lago. Imagínese, ¡como quinientos metros para abajo!

Por suerte era un jinete experimentado y alcanzó a reaccionar. Apretó al animal con las piernas y se agarró de la ramita de un árbol que se asomaba en el acantilado. Le hacía empeño para no caerse, hacía fuerza con las piernas para no perder a su caballo. Pero ya pasada media hora no aguantó más y lo soltó. Don Daniel logró salvarse, pero el alazán se sacó la cresta allá abajo.

Ya recuperado, don Daniel fue a ver cómo había quedado su caballo. Lo encontró después de estar un día entero bajando por el barranco, pero sin cabeza. No se preocupó. Como era entendido en caballos, ahí mismo se la cosió al cogote. El animal quedó vivo, pero no me va a creer que al quinto día se murió hambre. ¡Le había cosido la cabeza al revés y el pobre no podía pastar!

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