Camilo Zapata

Valle Simpson

Mi abuelo paterno, don Amador Zapata, contaba que fue llamado al mundial de Inglaterra como el único jugador de la región de Aysén.

Decía que el equipo empezó jugando de menos a más, cada vez mejor, y fueron clasificando, clasificando, hasta que Chile llegó a la final, que era contra Brasil. Pero, como don Amador era tan habilidoso, en todos los partidos lo agarraban a patadas. Así que cuando llegó el gran día el técnico le dijo: «Mira, Zapata, solo vas a jugar los últimos minutos porque estás muy golpeado. Te voy a guardar para el final».

¡Y empezó el partido, Chile vs. Brasil! Los brasileños agarraron la pelota y nos hicieron el 1 a 0 al tiro. Después se pusieron a tocarla y no la prestaron más. Quedaban cinco minutos y el público empezó a gritar «¡Zapata, Zapata! ¡Que entre Amador Zapata!», porque mi abuelo era como la estrella del mundial.

Entró cuando quedaban como treinta segundos. Agarró la pelota en la mitad, se pasó a uno, a dos, la echó a correr y se llevó tres en velocidad, drible a otro y justo cuando estaba en el área ¡tremenda patada que le pegaron! Casi lo quiebran, no se podía mover del dolor. Así que el árbitro tuvo que cobrar penal nomás. Y todos querían patear porque era la última jugada del partido e íbamos perdiendo 0 a 1. Pero el técnico dijo: «No, no, no, a Zapata se lo hicieron y Zapata lo va tirar».

Entonces don Amador puso la pelota en una champita media levantada, tomó tres pasos para atrás, tres para adelante y le mandó el sequinazo con toda el alma. Y no me va a creer que fue tan fuerte el chute que la pelota se partió en dos. Una mitad entró por la derecha, la otra por la izquierda y el arquero quedó parado en medio. ¡Ganamos 2 a1 el partido! ¡Salimos campeones del mundial!

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