Nuvia Muñoz
Cuando mi primo Hugo era chico, fue con su familia a dejar una tropa a Coyhaique y a la vuelta, por el valle del Murta, se le cayeron las herraduras a su caballo. Para salir del paso, no hallaron nada mejor que cortar un árbol y hacerle unas de madera.
La cuestión es que al otro día se levantaron y el caballo no estaba por ninguna parte. Buscaron y buscaron, pero no lo pudieron encontrar. Así que se vinieron nomás. El Hugo se tuvo que volver enancado de la abuela.
Después de muchos años tuvieron que ir a dejar otra tropa a Coyhaique y alojaron en el mismo lugar donde se les había perdido el caballo. Y cuando estaban cortando leña sintieron un relincho. Miraron para todas partes, pero no había ningún caballo. No me va a creer que ahí el Hugo levanta la cabeza y ve a su caballo como cinco metros más arriba. ¡Le habían crecido las herraduras y había quedado en la punta de un árbol!