Patricia Muñoz
En Puerto Tranquilo había un viejito muy ladrón. Creo que se llamaba Guzmán, pero le decían Barullo. Un día se robó un chancho y llegaron los pacos a buscarlo:
—Barullo, nos dijeron que te robaste un chancho.
—No, no, no. Yo no tengo nada que ver.
—¿Y quién está acostado en tu cama?
Debajo de las pilchas se notaba un cuerpo. Estaba tapado con una frazada y tenía un sombrero en la cabeza.
—Es mi amigo Shenffer que está durmiendo.
—Despiértalo.
—No, si es tan pesado de sueño que no despierta. Shenffer, levántate, los carabineros quieren hablar contigo.
Lo empezó a intrusear con un palo, así lo movía. Y nada que se levantaba. Hasta que los pacos dijeron:
—Bueno, si está con resaca el caballero, déjelo que duerma nomás tranquilito.
¡Qué se iba a levantar, si era el chancho el que estaba ahí acostado! ¡El Barullo se había comido una paleta en la noche y había metido el resto en la cama bien estiradito!